Ahora que muere otro grande, Labordeta, lo único que se me ocurre decir como homenaje a ambos es que yo, de mayor, quiero ser como ellos.
Curiosamente, los dos andaban faltos de pelo, y creo, pero no lo puedo asegurar, que les aprecio desde lejos (con el buen rollo de quien conoce y admira a otro tan sólo por sus escritos, canciones y apariciones momentáneas en la tele) sin que su calvicie haya sido la causa primera de este amor a lo que escribieron. Por cierto que, de paso, escribieron un poco de mi historia personal.