sábado, 30 de julio de 2011

CAMINAR

Caminar es algo que se ha vuelto necesario para mí. Sea después del trabajo o justo antes, sea un día de vacaciones, o antes de tomarme unas cañas, llegar al destino caminando es, simplemente, un gozo. La sensación de haber paseado, recordar cómo se sentía tu cuerpo al pasear, saberte sano, vivo... Entiendo a Forrest Gump cuando sólo quería correr y nada más. Cuando me he llevado los disgustos grandes de la vida, sólo quería pasear: ¡fuera coches! Cuando me sentía más feliz con mis perros, era siempre paseando, haciendo esfuerzo, moviendo la maquinaria. Y mientras caminas sucede la vida: encuentras amigos, los despides, tocas la lavanda para impregnarte de su olor, ves a abuelitos tranquilos sentados en cualquier banco, recuerdas cosas... Caminante no hay camino, se hace camino al andar, que decía uno que yo me sé.

Parece ser que hubo también unos señores que caminaron nada menos que 4000 millas allá por la II Guerra Mundial. Lo narró Peter Weir de forma maravillosa en el film The way back (Camino a la libertad en España). Escapando de la tortura soviética, atravesaron las estepas de Siberia, el desierto del Gobi y el Himalaya. Vieron a algunos perecer en el camino. Se mezclaron con la naturaleza de la forma que a ella más le gusta: asediando al ser vivo. Al final del recorrido, uno de ellos, Janusz, sabiendo que no puede volver todavía a su casa en Polonia, pues seguía ocupada por los soviéticos, declara que lo único que desea es caminar: keep on walking.

Atención a la banda sonora tan elegíaca de esta película, creada por Burkhard Dallwitz, compositor también de otras perlas de Peter Weir como El show de Truman y Master and Commander.


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